domingo, 25 de junio de 2017

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Si una de las Principales características de la primera música romántica es la de adoptar un lenguaje expresivo libre y sin sujeción a estructuras predefinidas, Mendelssohn, sin embargo, y a pesar de dar rienda suelta a sus fantasías mantiene en gran medida la construcción clásica dotando a todas sus sinfonías de mesura, equilibrio y simetría, si bien sobre ese andamiaje desarrolla un color melódico claramente romántico, por cuyo motivo ha sido calificado igualmente como el último de los clásicos y como el más pudoroso de los románticos.

Esta Sinfonía n.º 4 en la mayor, op. 90, conocida como «la Italiana», es seguramente la más popular de las cinco sinfonías para orquesta que Mendelssohn compuso a lo largo de su vida. Anteriormente habia demostrado su talento escribiendo otras doce para orquesta de cuerdas, algunas de ellas siendo niño lo que hizo que se le conociera como el Mozart del siglo XIX.

Tiene sus orígenes, al igual que la Sinfonía Escocesa o la obertura Las hébridas, en el tour que realizó Mendelssohn entre 1830 y 1831 por varios países de Europa. En este caso se inspiró en el color y la atmósfera de Italia.

En efecto la Sinfonía Italiana es fruto del interés del compositor por la cultura de Europa, que recorrió de cabo a rabo a lo largo de su vida. Quizá en Mendelssohn encontremos uno de los primeros espíritus inflamados por el europeísmo moderno, basado en la unión voluntaria de la diversidad y no en la hegemonía política o militar de un país determinado.

Aunque parece que donde más a gusto se sentía en aquella época es en Gran Bretaña, especialmente en Londres y en Escocia -a la que dedicará su sinfonía nº 3 y la obertura “Las Hébridas”- ya citadas, en 1830 permanece en Italia durante más de un año, en un viaje que comienza siendo esa especie de peregrinación obligatoria a la Meca del arte clásico y que termina desembocando en el nacimiento de una verdadera pasión por el modo de vida de los italianos. Ello no obstante, sufre una profunda decepción por Lo que sé refiere al escaso ambiente cultural que encontró y no es de extrañar: la Italia que recibió al compositor vivía uno de los periodos más oscuros de su historia: Dividida hasta el mosaico, empobrecida económica e intelectualmente, aún convaleciente de las guerras napoleónicas y víctima del interés austriaco y de constantes conflictos internos.

La sinfonía fue completada en 1833, y fue estrenada en Londres en un concierto de la Royal Philharmonic Society con el propio compositor a la batuta. Se saber por las cartas que Mendelssohn remitió a su hermana Fannyh que no quedó del todo satisfecho con la obra y escribió versiones alternativas para el segundo, tercer y cuarto movimientos, que se han perdido y no se han podido localizar. El compositor nunca publicó la sinfonía, que sólo apareció impresa luego de su muerte.

La pieza está orquestada con dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos cornos, dos trompas, tímpani y cuerdas.

En La Sinfonía Italiana encontramos una sección de cuerda rápida y potente, perfectamente armonizada con los vientos, cuya fusión recuerda mucho a algunas de las obras de Beethoven.

La interpretación de esta Sinfonía nº 4 está considerada como uno de los más grandes placeres que puede disfrutar un músico de cuerda que domine su Instrumento, si bien -o posiblemente por eso mismo- se trata de una obra extraordinariamente complicada desde el punto de vista técnico; no así desde el auditivo, puesto que la obra se presenta ligera, alegre, vivaz y compuesta por melodías fácilmente aprehensibles por cualquier oído, incluido el no habituado a la música sinfónica. Al logro de este efecto de evanescencia contribuye su orquestación, prevista para conjuntos musicales de tamaño reducido y en la que prácticamente se prescinde de los solos en favor de una interpretación conjunta en La que los diversos instrumentos se solapan entre sí, de manera que resulta muy complicado apreciar la intervención de un músico concreto.

Tiene cuatro movimientos: El alegre primer movimiento está escrito en forma sonata. Continúa un movimiento que se basa en las impresiones de una procesión religiosa que el compositor presenció en Nápoles. El tercer movimiento es un minuet con trío. Y el cuarto (escrito en la clave menor) incorpora figuraciones de danza con tintes de un saltarello romano y una tarantela napolitana.

Este primer movimiento de la sinfonía, Allegro vivace, tiene la peculiaridad de no comenzar con el adagio habitual propio del clasicismo, con lo que Mendelssohn consigue que el oyente se encuentre inmerso en las sensaciones que el compositor quiere transmitirle, ya desde el primer segundo de la obra, -realmente desde el tercero, puesto que los dos primeros se llenan con un breve compas que marca el ritmo de la ejecución- que en esta ocasión no son más que la alegría y la energía vital, de la que el autor se sintió contagiado durante su estancia en Italia. En Esta Ocasión ningún hijo Más Que La Alegría y la Energía Vital de La que se vio contagiado Durante su estancia en Italia.

De este modo, este primer movimiento puede considerarse como una obra completa en sí mismo, con dos claros temas melódicos que se combinan a la perfección durante su ejecución.

Fuente:

Wikipedia

http://lineassobrearte.com/2015/04/18/sinfonia-no-4-en-la-mayor-opus-90-italiana-de-felix-mendelssohn-1833/


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