miércoles, 12 de octubre de 2016

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Carlos Eduardo Misle, “Caremis”, escritor, periodista , diplomático y cronista de Caracas narraba así lo que sucedió aquella noche cuando se estrenó Alma Llanera:

“En el Teatro Caracas, inaugurado en 1854, nunca se había visto nada igual como lo que presenciaron los parroquianos, cinco años antes de que el venerable coliseo lo destruyera un incendio. Y jamás había oído nada tan emocionante un país que no llegaba a los dos millones y medio de habitantes. Pasarían seis años en la popularidad creciente del joropo “Alma Llanera” para que, en el censo de 1920, Venezuela alcanzara la cifra oficial de 2.479.525 habitantes y Caracas 92.212. El estreno de “Alma Llanera” -zarzuela en un acto- constituía un atractivo más en las tandas del Teatro Caracas, el “viejo y querido Coliseo de Veroes”, en el decir de la crítica y en el sentir de los caraqueños. No solamente se estrenaba una zarzuela nacional con “escenas de la vida de las sabanas venezolanas a las riberas del Arauca” -como decía una gacetilla del día- sino que la obra estaba avalada por firmas populares. Dos personajes conocidos y con ambiente en la capital: Bolívar Coronado, de amplia labor periodística, y el maestro Gutiérrez, con su amplio prestigio de compositor y su brillante batuta, tan famosa en los conciertos o retretas así como en actos protocolares al frente de la Banda Marcial, de tan sonora actuación en los fastuosos festejos del Centenario, en 1911. Además, corría una “bola”, de esas de toda índole que jamás han faltado en Caracas. Corría sobre algo “que no estaba en el programa” y que resultaría noticia cierta, evidente, en medio de la función: -La obra tiene un joropo y de seguro que lo baila Mamerto: el “negro” Mamerto. Era Mamerto un criollo refistolero, lo que se dice pimientoso, “más alegre que un cascabel”, según ciudadanos de la época, coterráneos y contemporáneos que no le olvidan chanzas ni andanzas, ni su chispa venezolanísima de pies, ojos y lengua. ¡Ah, Mamerto!

El reparto de Alma Llanera: La interpretación de “Alma Llanera” estuvo a cargo de la compañía española de Matilde Rueda, cuyo nombre resaltaba en las marquesinas del Caracas y gozaba de mucho prestigio en Venezuela. La primera actriz y directora de este elenco debe haber estado muy en su papel, pues Bolívar Coronado cuando editó la obra, al año siguiente, (Tipografía Americana, 1915) le firmó esta dedicatoria: “A Matilde Rueda, que de tan humilde opúsculo ha hecho una llamarada de exaltación y ensueño”. Los primeros actores nacionales Jesús izquierdo (1881-1937) y Rafael Guinand (1881-1957) destacaron en el reparto del estreno, que la calidad del joropo haría histórico. Ellos no tendrían problemas sino todo lo contrario con el criollismo de la obra: estarían en su elemento cabal. Y admirarían seguramente la adaptación de los artistas españoles ante música y libreto vernáculos, algo caprichoso éste e inspiradísima aquella.

El polvo que levantó el joropo la noche de su estreno en las tablas históricas y caraqueñísimas del Teatro Caracas, se extendió como las sucesivas polvaredas de las veces que lo bailó Mamerto y las incontables que lo disfrutó todo el mundo en los arroces de San José y San Juan. Por ese camino de la popularidad plena, capitalina y nacional, vino la consagración en las retretas de la Plaza Bolívar caraqueña y una costumbre infalible: que “Alma Llanera” se utilizara como broche de oro para funciones, conciertos y fiestas. Hasta en los bailes de la Casa Amarilla.

El gran joropo había nacido en el corazón de aquel libreto que a peninsulares y canarios y a criollazos como Guinand e Izquierdito, hacía pronunciar con acento llanerísimo parlamentos como estos de un diálogo de Enriqueta y Rita, la trágica heroína:

-¡Jesús muchacha! Parece que nunca has dío a un joropo! ¡Se vuelven locas las muchachas de ahora por esos bochinches! -Lo mismo sería usté! -¡Calla la jeta, grosera!

Expresiones como la de “más seco que tasajo de chigüire en Semana Santa” y “sacar el verraco que se quedó atascao en la jorqueta” abundan en el curso de la zarzuela, que algunas veces hereda cierto tonito andaluz como en los términos señá, barquiná, jojana y en muchos giros de conversación. Eso sí: entremezclados estos con vocablos, modismos y refranes requetecriollísimos, como confiscás y confiscaos, barajo, espaviento, nariciao, “más pesao que una vaca torrealbera” o hace más bulla que “un pichón de guaca”.

Rafael Bolívar Coronado iniciaba su “Alma llanera” con la representación de “una casa en un camino real de las pampas de Apure”. Al levantarse el telón en medio de esas pampas, aparecía Casilda “distraída y cantando por la puerta del fondo”: -Anoche a la media noche,/ a media noche sería,/ los gallos que menudeaban y yo que me despedía. Entre esta aparición de Casilda, muchacha de servicio, que sirve de correvedile a Rita, la niña de la casa y a Cubito, su enamorado, hay un argumento saturado de pasiones y personajes. Se cierra con la muerte de Miguel, un peón de la casa que, lleno de celos y loco de amor por Rita, se interponía a Cubito, quien lo despacha de una sola puñalada. Rita, presente en la tragedia, le dice a Cubito que huya.

Cuando llegan familiares y curiosos al lugar, dice que ella mató a Miguel. Así cae el telón, con una Rita desmelenada y enloquecida, tan distinta a la que poco antes decía entre risas y rubores a quienes le pedían que cantara: -¡Jesús con ustedes, ahorita no canto ná! Tan distinta a la que por tanta insistencia tomaba, al fin, la guitarra que Miguel le traía. -¡Aquí tá, voz de flauta encantadora! Era entonces cuando “la cosa se ponía de oro”, cuando la protagonista cantaba lo que se ha hecho tan famoso desde aquel estreno en la esquina de Veroes:

“Yo nací en esta ribera

del Arauca vibrador

soy hermana de la espuma

de las garzas, de las rosas

y del Sol, y del Sol.

Me arrulló la viva diana

de la brisa en el palmar

y por eso tengo el alma

como el alma primorosa

del cristal, del cristal.

Amo, lloro, canto, sueño

con claveles de pasión

para ornar las rubias crines

al potro de mi amador.

Yo nací en esta ribera

del Arauca vibrador

soy hermana de la espuma

de las garzas, de las rosas

y del Sol, y del Sol”.

Fuente:

http://desdevilladecura.blogspot.com.es/2014/09/alma-llanera-universal-y-centenaria.html


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