domingo, 23 de julio de 2017

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Goyescas, subtitulada Los majos enamorados (Los galanes enamorados) es una suite para piano de Enrique Granados, compuesta en 1911 y considerada la obra maestra del compositor. Su nombre hace referencia a la obra del pintor Francisco de Goya, de quien Granados era un gran admirador. Sin embargo, no existe una correspondencia exacta entre cada una de las piezas y un cuadro del pintor en particular; más bien la obra trata de describir una atmósfera, y no de hacer una descripción musical de unas escenas concretas.

La obra consta de dos cuadernos y seis piezas que en conjunto tienen una duración de alrededor de una hora. Granados empezó la composición en 1909. El mismo compositor estrenó el primer cuaderno en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona el 11 de marzo de 1911.1​ El segundo cuaderno vio la luz en diciembre de 1911, y fue estrenado en la Sala Pleyel de París el 4 de abril de 1914.2​

Granados compuso una séptima pieza, El pelele (subtitulada Escena goyesca), que sí tiene correspondencia exacta con un cuadro del pintor, la cual nunca fue añadida al conjunto inicial, a pesar de que habitualmente se interpreta unida a Goyescas. El mismo Granados la estrenó en el Teatro Principal de Tarrasa el 29 de marzo de 1914.

Sobre Goyescas, en una carta dirigida a Joaquím Malats, Granados había reseñado: "Goyescas es el pago a mis esfuerzos por llegar; dicen que he llegado. En Goyescas he encontrado toda mi personalidad; me enamoré de la psicología de Goya y de su paleta, por tanto de su maja, señora; de su majo aristocrático, de él y de la duquesa de Alba; de sus pendencias, de sus amores, de sus requiebros. Aquel blanco rosa de sus mejillas, contrastando con las blondas y terciopelo negro con alamares… aquellos cuerpos de cintura cimbreante, manos de nácar y carmín posadas sobre azabaches; me han trastornado, Joaquín. En fin tu verás si mi música suena a color de aquel".

Con Quejas o La Maja y el Ruiseñor, se cierra la primera parte de la suite Goyescas, para piano.

Todo es nostalgia, melancolía y dolor en esta pieza, que posee un carácter de relato íntimamente sentido y de diálogo con un pájaro que, al final, será protagonista en un piano onomatopéyico de difícil ejecución y logro. Resulta difícil admitir que este auténtico “lied” esté inspirado en una canción popular (1) que Enrique Granados escuchó a una jovencita en las afueras de Valencia, pero éste es un dato cierto que añade al valor intrínseco de la página el ejemplo de cómo tratar bien un elemento folklórico que en este caso el compositor hace suyo, muy suyo.

La partitura nos indica un elocuente “Andante melancólico” al comienzo. Ya desde el principio, y sobresaliendo entre la interesante y trabajada trama polifónica que utiliza cuatro voces o líneas contrapuntísticas, se destaca la apasionada melodía, que canta y canta sin verse perturbada nunca por los arabescos múltiples que quieren arroparla con sus personalísimos grupetos de fusas, semifusas y mordentes. No menos importante e interesante será todo el desarrollo, en el que la fantasía del músico parece como desbordarse de los límites expresivos de un alto contenido romántico. Todo está medido –de dos en dos o de cuatro en cuatro compases- y puede decirse, que la suma de estos pentagramas podría ser consecuencia de lo que contienen sus dos únicos primeros compases.

La progresión de elementos repetitivos será asimismo algo fundamental de estas Quejas, verdaderas lamentaciones que, en la escena (recordemos su transformación en ópera), Rosario canta en el jardín de su casa embelesada por el gorjeo de un ruiseñor. Después de la rítmica El fandango del candil y del dramático Interludio orquestal, no podría esperarse algo más bello que estas idealizadas y aisladas “Quejas o la maja y el ruiseñor” que, siempre, conmueven fuertemente a todos lo que las escuchan. Es por otra parte, una escena de amor sentida y comunicada en la emoción, no de un dialogar verdadero, sino de una muy íntima confidencia de una mujer y un ruiseñor, que la comprende en sus trinos y la consuela con ellos.

El lamento, que puede ser muy íntimo, puede también desbordarse en el estallido intenso de lo dramático, de lo realmente trágico. Y todo esto ocurre en La maja y el ruiseñor, entre la omnipresencia de quien se queja –conturbada por muy tristes augurios- y quien desea unirse primero a su dolor, para finalizar con sus trinos tristes, insistentes, rápidos, hasta su alada desaparición.

El manuscrito, en el cual Granados no arma la clave con sus alteraciones propias, lleva una única fecha al final: Barcelona 16 Junio 1910. La obra está dedicada a Amparo, su esposa.

El texto de la canción popular que inspiró a Granados, es el siguiente: Una tarde que me hallaba

En mi jardín divertida,

Oí una voz dolorida

Que un pajarillo cantaba.

Y a mi como me gustaba

Del pajarillo la voz,

Seguí su paso veloz

Oí que estaba cantando

¡Ay! Y en el árbol del Amor

Enrique Granados también compondría posteriormente la ópera Goyescas en 1915 a partir del material musical de la obra pianística.

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