Jerome Moross no se prodigó mucho en el campo de la banda sonora ya que consideraba la música clásica su principal vocación. En el cine comenzó como orquestador de Aaron Copland y Franz Waxman y aunque ya había compuesto algunas bandas sonoras antes fue “Horizontes de grandeza” el título que le lanzó a la fama. El músico se instaló en una cabaña en la reserva nacional del Red Rock Canyon de Nevada para componer la partitura. Aquellos paisajes le inspiraron una música vistosa y alegre que mezclaba el sinfonismo clásico con el folklore musical americano al estilo Copland.
Las largas cabalgadas por el oeste y sus horizontes grandiosos que recoge la película tienen su fondo ideal en la música de Jerome Moross. Una música que sugiere al mismo tiempo dinamismo, aventura y pasión. Empezando por su tema central, uno de los más famosos de la historia del cine.
Moross introduce la música siempre en los momentos precisos y de la forma más adecuada. Una de las escenas más famosas de la película es la pelea a puñetazos entre Gregory Peck y Charlton Heston. Los dos protagonistas pelean al aire libre justo antes del amanecer. Ambos empiezan a golpearse en completo silencio. Poco a poco va entrando la música con un ritmo lento y notas graves que sugieren el cansancio cada vez mayor de los rivales hasta que finalmente, los dos, completamente agotados, dan por terminada la lucha.
La otra escena más recordada de la película es la que precede al combate final entre las dos familias en el Cañón Blanco. Charlton Heston y sus hombres amenazan con dejar solo a su jefe, obsesionado con esa pelea sin sentido. El viejo, orgulloso, decide cabalgar en solitario hacia el cañón hasta que Heston, incapaz de traicionarle, cede y se une a él, seguido poco después por el resto de sus hombres. Es una escena sin diálogos en la que la música nos informa de la solemnidad del momento y del peligro de la evidente emboscada.
Curiosamente a William Wyler no le gustó nada la música que Moross había compuesto e intentó rechazar la partitura. Afortunadamente el director cedió y tras el estreno de la película todos los especialistas saludaron la banda sonora como una auténtica obra maestra. Jerome Moross conseguiría con ella la única nominación al Oscar de su carrera aunque la estatuilla aquel año fue a parar a Dimitri Tiomkin por la música de “El viejo y el mar” una partitura muy inferior.
Jerome Moross no tuvo una carrera muy prolífica en el cine. Tras el éxito de “Horizontes de grandeza” compuso otras bandas sonoras notables como “Las aventuras de Huckelberry Finn”, “El cardenal” o “El señor de la guerra” pero a finales de los años 60 abandonó el mundo de la música cinematográfica para regresar a la dirección de orquesta y dedicarse a escribir conciertos y óperas que era lo que de verdad le gustaba. El total de su producción cinematográfica no llega a una veintena de bandas sonoras pero solo por “Horizontes de grandeza” merece un lugar destacado en la historia de la música de cine. Moross demostró que la épica sinfónica resultaba ideal para el western. Otros compositores como Elmer Bernstein con “Los siete magníficos” o Alfred Newman con “La conquista del Oeste”, siguieron su ejemplo y la música del western ya no volvió a ser la misma.
Fuente:https://cadenaser.com/programa/2015/07/03/notas_de_cine/1435932444_195759.html